domingo, 17 de junio de 2018

CUENTO: "Y LE DIJE ADIÓS A PAPÁ"



Y LE DIJE ADIÓS A PAPÁ.

Al fin la pequeña Lluvia después de años le hacía honor  a su nombre, levantaba su carita  pequeña color canela hacía el cielo, mientras cientos de cristales de agua caían sobre su cara —Tip, tip, tip — sentía el golpeteo, era como si esa noche los dioses de la lluvia hubieran decidido limpiar la ciudad de toda tristeza y todo dolor, querían llevarse todo por las coladeras. 
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—Al fin siento paz, siento más amor del que he podido dar, vuelve pronto papá— dijo la pequeña Lluvia.
Era un verano caluroso, no recuerdo el año pero en ese tiempo los niños aún jugaban en la calle con la plena confianza de que el único peligro que corrían era que se rasparan un poco las rodillas y el único motivo de que sus lágrimas rodaran por las mejillas era porque sus madres les regañaban y daban nalgadas por no hacer la tarea o por alguna travesura, ningún niño lloraba con desconsuelo por algún otro motivo, todos corrían felices jugando a policías y ladrones, ese verano los niños de la calle en aquel antiguo barrio de la ciudad eran felices disfrutando las vacaciones, pero una tarde entre todos esos juegos, caritas llenas de sudor y de niños con rodillas raspadas había una pequeña niña llamada Lluvia que lloraba en el sillón de su casa, sus coletas caían al frente de su cara mientras sollozaba en el respaldo del sillón, Lluvia no entendía bien que sucedía en casa, solo cruzaban por su mente una y otra vez las palabras de mamá:  
—Entiende hija, tu padre no volverá— Bety madre de Lluvia pasó saliva y ésta podía percibirse a través de la garganta, como si un nudo obstruyera su paso, su cuerpo estaba rígido y los puños de sus manos estaban tan cerrados que parecían dos piedras pegadas a cada uno de sus brazos.
—Mami ¿Por qué no volveré a ver a papá? ¿A dónde fue? ¿Qué te dijo? Él prometió darme un libro mágico para mi cumpleaños, dime que va a volver— se limpió una y otra vez las mejillas como si fuera un limpiaparabrisas, dejando un rastro de tierra y de colores azul y rosa en su carita debido a que  había estado jugando y pintando toda la tarde.
—Lluvia por favor, mamá no se siente bien, te pido que vayas a tu cuarto y ordenes tus cosas en la maleta, te irás unos días a casa de los abuelos, no quiero hablar más del tema hija, estoy agotada te prometo que hablaremos después— Bety al fin soltó los puños que parecían piedras, dio un respiro profundo y azotando la puerta de su cuarto se encerró en él.
Lluvia continuó llorando toda la tarde mientras doblaba su ropa talla 10 y la metía en la maleta, metió su par de zapatos de colores esos que su padre le había regalado el día del niño asegurando que con ellos podía llegar a donde quisiera, hasta la luna de ser posible.
 —Me los llevaré y en cuanto los abuelos se descuiden me iré a buscar a papá, estoy segura que él no romperá su promesa de celebrar conmigo mi cumpleaños y de darme mi libro mágico, él nunca rompe sus promesas— frunció el ceño y con brusquedad empezó a aventar a la maleta sus demás objetos personales. 
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Por la ventana veía jugar a sus vecinos, reían como nunca a carcajadas, Lluvia lamentaba tanto no salir a jugar, ella quería ser uno más de ellos, todas las tardes había sido muy feliz no entendía porque justo ahora que su cumpleaños se acercaba no podía reír como los demás niños; atardecía afuera mientras contemplaba como el cielo se pintaba de color morado y azul, de repente algo golpeteó su ventana — Tac, tac, tac — ¡Huuuuy pero que cosa es eso! dando un salto hacia atrás Lluvia exclamó sorprendida:
 —¡Un colibrí! Papá siempre dice que esas aves siempre traen buenas noticias y mucho amor consigo, seguro papá está por regresar, claro que sí, él nunca rompe sus promesas, él nunca me rompería el corazón— Suspiró con nostalgia mientras recordaba el desfile de primavera en su escuela, ella se había disfrazado de abeja, lucía preciosa con esa falda llena de tul amarillo y sus medias negras con rayas amarillas la hacían ver como una abeja reina, su padre que era arquitecto y un tanto curioso y creativo llegó corriendo al colegio con un gran panal que había realizado en madera para que su hija luciera fabulosa en el festival, Lluvia lo vio correr haciendo a un lado a muchos padres estorbosos y presumió a sus amigas: 
—Es papá y trae el panal con miel que me prometió, ahora si seré una verdadera abeja — sus compañeras Lola y Anna la observaron torciendo un poco la boca deseando muy en el fondo de su corazón que el padre de Lluvia se tropezara con todo y su dichoso panal.  
El Colibrí seguía golpeando la ventana de Lluvia así que decidió abrirla para que la pequeña ave entrara, ésta dio tres vueltas por su recamara y se quedó posada sobre su perchero encima de su sombrero de paja que llevaba siempre a la playa —que bonito que decidas hacerme compañía, hoy mi día es muy triste, mamá dice que papá no volverá. 
Los abuelos de Lluvia llegaron por ella, nadie dijo nada, solo hubo intercambio de miradas entre los abuelos y su madre, Lluvia evitó hacer preguntas por temor a romper el aire que incluso podía escucharse entre tanto silencio, apretó bien sus coletas, abrochó su suéter y  subió al Volkswagen del abuelo; los abuelos en el trayecto a su hogar preguntaron a Lluvia si quería cenar sabían muy bien que los tacos la hacían feliz, pero esa noche Lluvia no tenía hambre, no quería saber nada de tacos, ni de pizza, ni de papitas fritas, solo quería saber dónde estaba su padre.
—Vamos mi niña tienes que comer algo, no puedes pasar la noche con el estómago vacío o enfermarás, pronto será tu cumpleaños y tienes que estar muy sana.
El abuelo sonreía pero su mirada no mentía, tras esas pupilas verdes se veía claramente un río de lágrimas a punto de desbordarse. Lluvia se tiró en el asiento trasero —Gracias abuelo, pero solo quiero saber qué pasó con papá, no tengo hambre, prefiero dormir— dijo Lluvia muy agotada.
Al llegar a casa de los abuelos Lluvia se encerró en una habitación de la planta alta de la casa, lloró largo rato sobre la cama y se dispuso a observar las estrellas a través de la ventana— Tac, tac, tac — golpearon el vidrio, se levantó asustada porque en un segundo piso jamás te tocan la ventana, abrió la ventana presurosa, asomándose y rascándose la cabeza muy extrañada.
  ¡Pero eres tú pequeño colibrí! ¿Un ave en la noche? ¿Cómo llegaste hasta aquí? Insisto eres mi ave de buena suerte, te llamaré: “corazón”.
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Después de veinticuatro horas angustiada, triste y desconsolada al menos aparecía algo que le animaba el alma. Dejó pasar al colibrí  y éste se posó en el marco de la ventana, movía su cabeza de un lado a otro como si quisiera contarle algo.
Habían transcurrido 5 días en casa de los abuelos, hubo días en que había un silencio terrible, Lluvia suponía que ni en el ártico podía sentirse silencio más cruel, hubo otros días donde los abuelos hicieron lo posible por hacerla sonreír, el abuelo tocó con su guitarra en las noches canciones para niñas bonitas, la abuela se esmeró y todos esos días hizo los platillos y postres favoritos de Lluvia… pero ni con todo lo anterior Lluvia lograba sentir felicidad, cuando preguntaba por su padre la respuesta era la misma: “En su momento tu madre te hablará de él”. 
—¡Jum! Pues no veo que llegue ese momento — dijo Lluvia molesta y cruzó los brazos en señal de desaprobación. 
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Una mañana los abuelos tocaron la puerta del cuarto de Lluvia al grito de: “FELIZ CUMPLEAÑOS” mientras aventaban serpentinas y confeti por la habitación el abuelo se ocupó de cantar las mañanitas al más puro estilo de don Pedro Infante, la abuela llevaba en la mano un pequeño pastel con una vela encendida —Vamos Lluvia pide tu deseo hija y que la vida te lo haga realidad— Lluvia sopló fuerte la vela con la imagen de su padre en la mente. 
—Dios, que vuelva pronto por favor, que mi padre regrese a darme mi abrazo de todas las noches y me dé mi libro mágico como lo prometió ¡fuuuuuuu! — Sopló fuerte.
Esa tarde Lluvia comió con los abuelos en su sitio preferido “Pizza Bee” en ese lugar toda la decoración tenía que ver con abejas, las meseras estaban disfrazadas de abejas, el sitio era un inmenso panal, comían sobre enormes tarros de miel, todo estaba lleno de flores, ese sitio siempre hacía sentir feliz a Lluvia porque papá la llevaba ahí en todos sus cumpleaños,  era tratada como la abeja reina del sitio, le ponían una capa y una corona y Lluvia era la abeja más feliz del lugar, pero esa tarde papá no estaba y su mamá llegó muy tarde al festejo con los ojos rojos e hinchados.
 —Disculpa la tardanza hija, estuve haciendo un par de cosas, pero siempre que sea posible estaré aquí para ti— prosiguió Bety — sé que no es el lugar adecuado para hablar pero para mí  lo es, debo hablar contigo en un sitio donde te sientas en paz, en un sitio donde te ocurran los mejores recuerdos y ese sitio es este lugar, tengo que decirte que papá no volverá, hace unos días se puso muy mal en su trabajo, su corazón fatigado dejó de latir así, de la nada, aunque ahora sé que él siempre supo que estaba enfermo y que sabía que el disgusto o susto menos esperado podría quitarle la vida y así fue… se marchó, nos dejó… aunque sé que él no hubiera querido hacerlo nunca, pensé que sería mejor que no acudieras a la funeraria, lo incineraron tan rápido, todo sucedió de un modo tan fugaz que aún no puedo creer que ya no está entre nosotros, las cenizas de tu padre están en la casa, ahora que vuelvas podrás estar cerca de él si así lo deseas.
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Lluvia abrió sus ojos como si fueran unas enormes tazas de café, sus ojos empezaron a desbordar lágrimas, al fin entendía todo, la ausencia de papá, nunca más volverían a jugar “adivina quién soy”, tampoco le volvería a leer un cuento imaginado por él durante las noches, no comerían galletas con leche en las madrugadas de insomnio, no le volvería a decir un te quiero, tampoco llegaría corriendo a sus festivales, no la vería salir con su primer novio y no la acompañaría en su boda, nunca más… nunca más… siempre estaría en desventaja frente al amor y presencia de los padres de sus amigas, así de pequeña se sentía, no era Lluvia en ese momento sino una pequeña gotera, así de breve e insignificante.
—Mi niña hermosa discúlpame por haberte abandonado todos estos días, pero de verdad mamá necesitaba recuperar sus fuerzas para volver a tomar tu mano y reiniciar nuestro camino juntas, como un equipo, como compañeras, como cómplices, de ahora en adelante me encargaré de que nuestros sueños se hagan realidad, feliz cumpleaños Lluvia, feliz vida hija mía— Bety le dio un abrazo tan profundo y grande a su hija que por un momento ambas parecieron fundirse en una sola persona.
Ya era noche cuando volvieron a casa después del festejo, los abuelos descansaban en el sofá viendo su programa de “Misterios sin resolver”, Bety entró a la habitación de Lluvia con pasos lentos. 
—Lluvia, quiero entregarte el último regalo del día, es el regalo que papá dejó para ti y es un libro, no es el mejor día para decirte esto, pero sabes, siempre he creído que en nuestros cumpleaños volvemos a nacer, como personas, como mejores seres humanos, nos renovamos y decidimos nuevas metas, nuevos sueños, nuestro viejo “yo” muere con la edad que culmina, sé que él prometió darte un libro mágico, la verdad es que él escribió y mandó editar este libro con mucho amor para su amada hija, de alguna u otra forma era como si siempre hubiera sabido que un día iba a marcharse, toma su regalo hija como el regalo más valioso de tu vida.
Lluvia se hizo bolita y se metió bajó su cobertor no quería ver a nadie y su madre lo entendió, salió de su cuarto y dejó el libro mágico sobre la cama. 
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Después de un largo rato llorando Lluvia decidió salir de su escondite bajo el cobertor, tenía los ojos tan hinchados que parecían un par de jitomates, tomó el paquete envuelto que su madre dejó sobre la cama, lo abrió con mucho cuidado y sollozando leyó la portada del libro: “El libro mágico de Lluvia, autor: Tu padre que siempre te amará y te guiará, Carlos.” La portada del libro tenía unos diminutos dibujos de duendes, hadas, abejas, flores y una puerta de madera enorme y en el centro con un curioso colibrí pegado a ella.
—Es como “Corazón” mi amigo el colibrí— pensó Lluvia, decidió iniciar la aventura con su libro mágico y lo abrió. 
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Capítulo 1 “Abriendo la puerta de mi nueva vida”

Así iniciaba el primer título del libro, el colibrí aparecía nuevamente junto al título, Lluvia con la voz entrecortada empezó a leer:
—Si decides leer este libro es porque deseas ir en busca de ti misma, te has perdido un poco en los caminos de la vida o quizá has perdido a alguien muy querido para ti, la gente pierde cosas todos los días, objetos, personas e incluso tiempo, la gente siempre gusta de perder horas valiosas sin saber que el tiempo es lo único que no podemos comprar y lo único que no regresa jamás, quiero decirte que no has perdido nada, observa bien a tu alrededor ¿Hay muchas personas verdad? Aférrate a las que ames más, toma sus manos y haz un compromiso en voz muy bajita y promete que nunca más te volverás a sentir sola porque los tienes a ellos, cuando perdemos objetos es muy probable que éstos los puedas reemplazar por cosas mejores, solo es cuestión de tiempo, si perdiste a alguien muy querido para ti quiero decirte que eso no será reemplazable jamás pero a cambio debes saber que la vida te proporcionará múltiples formas misteriosas para llegar hasta tu ser querido que tanto amas, entonces finalmente después de todo comprobarás que no lo has perdido del todo ¿Quieres probar? Cierra tus ojos, respira profundo, ahora vas a imaginar aquél sitio donde fuiste tan feliz con tu ser querido, ese lugar donde el amor y las risas los inundaron a ambos — Lluvia se acostó sobre la cama, cerró los ojos y viajó con su mente hasta el mar, vislumbró la arena dorada, la espuma que se formaba en la orilla como la crema batida de su malteada, de repente ahí estaba él, parado, con su cabello empeñado en cubrirle los ojos debido al fuerte oleaje, ahí estaba papá abriendo los brazos para ella, Lluvia se echó a correr hacía él, le preguntó cómo estaba, si la extrañaba, si la amaba, si de verdad ya no volvería. 
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—No puedo volver de la forma como tu esperas hija mía— dijo su padre— pero siempre que quieras me harás volver así, cerrando tus ojos, trayéndome hasta ti en los recuerdos de nuestros mejores momentos ¿Que si te extraño? Eres y serás siempre una extensión de mi alma, si tengo mil vidas en las mil vidas te extrañaré, así de grande es mi amor por ti, solo vine a despedirme, pero volveremos a vernos, solo ¡Haz magia!
Lluvia abrió los ojos, ya era de día y su padre se había marchado, “corazón” su colibrí ahí estaba nuevamente en la ventana pero esta vez voló hasta ella para posarse en su hombro, era como si le dijera “tranquila estoy aquí”. 
Lluvia siguió leyendo el capítulo 1, entre breves fábulas de animalitos del bosque que hablaban acerca de la importancia de apoyarnos con nuestros seres queridos que tenemos en vida hasta que concluyó el capítulo.
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Capítulo 2 “Es momento de tomar tu espada”
— ¿Recuerdas ese cuento de Almendrita la niña pequeñita que dormía en una cascara de almendra? ¿Recuerdas que veía el mundo inmenso sobre ella? Bueno seguro estoy que habrá momentos de tu vida en que te sentirás como Almendrita, con todo un mundo enorme sobre ti, pero debes saber que incluso Almendrita siendo tan pequeñita siempre confió en sus capacidades para ir y conquistar ese mundo gigante, en el camino de tu vida te vas a topar con grandes sapos feos que intentarán obstruir tu camino, confía en tu carisma a veces esos grandes sapos están más asustados de ti que tú de ellos, emplea tu nobleza puede ser que más de un sapo termine siendo tu amigo y si no es así no te detengas mucho tiempo lidiando con ellos, ya acordamos en el capítulo anterior que el tiempo en la vida es valioso, entonces te sugiero que busques lo más cercano a ti como fieles compañeros de lucha por la vida ¿recuerdas la golondrina que ayudaba a Almendrita? Busca tus golondrinas, observa a tu alrededor, sé siempre muy humilde para aprender y encontrarás grandes maestros, incluso en tus propios enemigos los encontrarás, aprende de las personas a “ser y no ser como ellos” y empeñate en que te muestren cómo debes volar, nunca te detengas, no boicotees tu viaje, siempre hay una y mil maneras de hacer las cosas, observa tus dones, las cosas buenas que hay en ti, haz una lista y cree en ello y entonces ve y cómete la vida, deja que los que están arriba decidan bajar a tu mundo y de ser posible déjalos maravillados ¡Haz magia!…
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Así continuó la pequeña Lluvia durante varios días, capítulo tras capítulo bebiéndose las lecturas a grandes sorbos, había partes del libro que la hicieron reír mucho, había fábulas de animalitos, hadas y duendes muy parecidas a las anécdotas que había vivido con su padre, había otras tantas muy tristes, era como si en ellas su padre hubiera plasmado su despedida, en cada parte del libro había muchos tesoros sabios escondidos, era como un mapa de la vida, aunque había cosas que por su edad le costaba un poco entenderlas pero ella estaba segura que por alguna razón papá las había escrito para ella, con el libro su padre se aseguró de estar a su lado en cada parte de la vida de Lluvia, en sus horas felices, en sus momentos tristes y en las situaciones difíciles… y Lluvia cada vez que podía ¡hacía magia! Cerraba los ojos y buscaba un sitio donde reencontrarse con su padre para hablar con él… y su padre siempre estaba sonriente esperándola con los brazos abiertos. 
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Lluvia volvió a casa con su madre, sobra decir que “corazón” el colibrí también se marchó con ella y se instaló nuevamente en la ventana de su habitación, Lluvia a menudo dejaba un poco de miel con agua en un comedero para aves para su pequeño amigo, cuando ella se sentía triste porque así son las cosas frente a las pérdidas de un ser querido (hay días buenos, malos y los hay peores donde la nostalgia y la ausencia te desarman) entonces el colibrí volaba sobre ella haciendo curiosas figuras en el aire, era como si bailara para ella, como si pudiera decirle: “levántate y sigue danzando para la vida”. 


Capítulo final “El poder de la magia interior”
—Hemos llegado al final del libro, espero te haya encantado porque fue hecho para ti con todo mi corazón, como padres a veces creemos que estaremos presentes en toda la vida de nuestros hijos, es que a veces duele pensar en qué pasaría si no estuviéramos ahí para ustedes, notarás que hay padres que por circunstancias y problemas familiares deciden alejarse de sus hijos por voluntad propia, jamás entenderán el vacío enorme que les dejan y los resentimientos que puede acumular un hijo frente a un padre que decidió vivir su vida muy independiente a la suya, jamás entenderán padres e hijos cuántos momentos se perdieron y quedaron en el aire, pero estoy seguro que todos esos hijos que por circunstancias ajenas a ellos no han podido convivir con sus padres, a ellos la vida con su sabiduría infinita les proporciona un ángel guardián terrenal que los cuida y protege, puede ser un abuelo, un tío, un padrino o una nueva pareja de sus madres pero siempre habrá alguien y si no ocurre cualquiera de las opciones anteriores ¡Ah! Entonces ocurre que muchas madres se transforman en la posibilidad de ser papá y mamá a la vez, siempre he dicho que las mujeres ¡Tienen súper poderes! Lo sé porque yo tuve una madre que le tocó ser ambas cosas para mí. 
Lamentaré mucho si un día no te veo crecer y me tengo que marchar de tu vida pequeña Lluvia, si eso llegara a ocurrir y me tengo que ir de tu lado antes de lo esperado te puedo asegurar que eso solo ocurrirá si Dios decide que debo continuar mi camino en otra parte del universo, porque nadie muere del todo mi querida hija, somos solo energía que se transforma, si llego a marcharme debes saber que siempre que pueda estaré ahí para ti, no lamentes que no puedo recogerte en el colegio, tampoco que no puedo estar en tus festivales, porque no me podrás ver pero me podrás sentir y estaré ahí sobre una nube, seré la hoja del árbol que caerá sobre tu cabeza, quizá decida ser un rayo de sol que tocará tu cara mientras bailas, quizá decida convertirme en un aire frío que rodeará tu cuerpo, ese seré yo y te estaré dando un abrazo para decirte: “Bien hecho pequeña, te amo”. 
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Querida Lluvia las cosas no siempre ocurren como las deseamos y sin embargo tenemos que aceptarlas, debes tener la suficiente independencia e iniciativa todos los días de tu vida para hacer mejores cosas por ti y para ti, procura transformarte en una mejor persona, el mundo está cansado de gente mala entonces ocúpate en ser uno de los buenos que por cierto cada que vez quedan menos,  leal a tus palabras, a tus convicciones y a las personas, si algo no te gusta di: “No gracias” y si algo te fascina no lo dejes ir sin que antes te quedes con lo mejor de “eso” y que “eso” se lleve lo mejor de ti, no permitas que nadie te rompa el corazón (si me voy de este mundo ya será suficiente con que tu padre te lo haya dejado en pedazos) pero si alguien te lo rompe siempre ten presente que te has ocupado en armarlo y desarmarlo las veces necesarias y una vez más no hará la diferencia, no le des el derecho a nadie para hacerte sentir inferior porque tus padres siempre te hemos dado tu justo lugar, pero tampoco te sientas mejor que nadie, pisa fuerte sobre la tierra y procura tener tus sueños en el cielo, allá muy cerca de Dios.
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Finalmente acepta un día mi partida mi querida niña, “dejar ir” es una de las cosas más dolorosas de la vida pero también es todo un arte que te hará más ligero el viaje por el mundo, suelta para volver a recibir… en resumen esto es la magia de la vida y siempre que puedas: “HAZ MAGIA”.
Lluvia cerró el libro, se dirigió al patio de su casa, anochecía y justo iniciaba el “chipi, chipi” de la lluvia, abrió los brazos, levantó su cara al cielo dispuesta a hacer magia, a sentir la presencia de su padre en todo su ser.
—Adiós papá, buen viaje a las estrellas— Y entonces las dos “Lluvias” se hicieron una misma… “Hicieron magia”.
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©Eneida Rubí Echeverría Ayala.

"Esta obra pertenece a su titular Eneida Rubí Echeverría Ayala, cualquier forma de producción, distribución, comunicación pública o transformación de la misma, sólo podrá ser realizada con la autorización de su autor".

miércoles, 30 de agosto de 2017

MAQUETAS DE TERESA NAVA- MUSEO EL ESTANQUILLO parte II

Hola nuevamente, seguimos con la segunda parte de la exposición de maquetas de Teresa Nava quién según la "Real Wikipedia" ja ja ja elaboró 130 maquetas durante 16 años para Carlos Monsiváis. 


Don "Monsi" en el área de la cafetería del museo.

El viejo estudio fotográfico.

El telar

Nuestro mero mole chicas: La tienda de ropa o casa de modas (noten el detalle de los sombreros)

No imagino perder tanto tiempo para ir a una casa de modas donde te tomaban medidas, te ajustaban los vestidos o sombreros etc. .. esperen creo que aún seguimos perdiendo media vida viendo aparadores y aparadores, probandonos ropa para salir perfectamente de las tiendas sin nada en las manos 😐


Tienda de abarrotes y semillas.

¿Quién no recuerda aquellas viejas papelerías con mostrador de madera y vidrios así como diversos muebles de madera con muchas cajitas que contenían biografías y monografías? Es uno de los recuerdos más bonitos de mi infancia.

Espero te haya gustado este pequeño paseo, en lo personal disfruto ir al Estanquillo cada vez que tengo oportunidad, siempre tienen exposiciones interesantes.

Les mando un abrazo truena huesos y nos leemos pronto.

miércoles, 23 de agosto de 2017

MAQUETAS DE TERESA NAVA-MUSEO EL ESTANQUILLO parte I

Bienvenidos nuevamente a este blog
¿Qué te parece si te llevo a un recorrido por un museo sin que salgas de la comodidad de tu casa?
¿Te gustan las maquetas? 

Vamos al Museo Estanquillo te invito a ver las maquetas de Teresa Nava una creativa artista manual conocida por elaborar maquetas muy bien detalladas de comercios tradicionales del siglo XX en México, por supuesto Monsiváis las adquirió para su colección... acompañame 

Tienda RCA VÍCTOR.

LA PANADERÍA (EL PAAAAAAN)

LAS NIEVES TRADICIONALES DE MANGO, LIMÓN, VAINILLA, CHOCOLATE...

DULCERÍA TÍPICA Y TRADICIONAL (Este tipo de dulcerías las puedes encontrar actualmente en la Ciudad de Puebla)



Los productos lácteos, la leche antes no era pasteurizada ni envasada así que era normal comprarla por "medidas" o litros, la leche se conservaba fresca en trastes de metal o aluminio.

LA "FONDITA" (Restaurancito típico y pequeño con comida tradicional mexicana con precios accesibles)

LA PESCADERÍA.

PARA EL POZOLE ... LA CARNE DE CERDO.




LA RECAUDERÍA (Sitios donde se venden frutas y verduras)


EL ESTANQUILLO (En México, eran tiendas populares donde se vendía todo tipo de mercancía, podías encontrar desde un alfiler, un pasador para el cabello hasta medio kilo de chorizo)

LAS AGUAS FRESCAS.

LA PULQUERÍA.

NUESTRO ÚLTIMO TRAJE: LA FUNERARIA.

LA BÓTICA (Farmacia o establecimiento donde se hacen y venden medicinas)



Si quieres conocer el museo "El Estanquillo" se encuentra ubicado en Isabel La Católica No. 26 en el Centro Histórico de la Ciudad de México (Justo arriba del Mixup y frente a la tienda de ropa Zara) 

No te pierdas la segunda parte de estas maquetas 😊