Y LE DIJE ADIÓS A PAPÁ.
Al fin la pequeña Lluvia después de
años le hacía honor a su nombre,
levantaba su carita pequeña color canela
hacía el cielo, mientras cientos de cristales de agua caían sobre su cara —Tip,
tip, tip — sentía el golpeteo, era como si esa noche los dioses de la lluvia
hubieran decidido limpiar la ciudad de toda tristeza y todo dolor, querían llevarse
todo por las coladeras.
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—Al fin siento paz, siento más amor
del que he podido dar, vuelve pronto papá— dijo la pequeña Lluvia.
Era un verano caluroso, no recuerdo
el año pero en ese tiempo los niños aún jugaban en la calle con la plena
confianza de que el único peligro que corrían era que se rasparan un poco las
rodillas y el único motivo de que sus lágrimas rodaran por las mejillas era
porque sus madres les regañaban y daban nalgadas por no hacer la tarea o por
alguna travesura, ningún niño lloraba con desconsuelo por algún otro motivo,
todos corrían felices jugando a policías y ladrones, ese verano los niños de la
calle en aquel antiguo barrio de la ciudad eran felices disfrutando las
vacaciones, pero una tarde entre todos esos juegos, caritas llenas de sudor y
de niños con rodillas raspadas había una pequeña niña llamada Lluvia que
lloraba en el sillón de su casa, sus coletas caían al frente de su cara
mientras sollozaba en el respaldo del sillón, Lluvia no entendía bien que
sucedía en casa, solo cruzaban por su mente una y otra vez las palabras de
mamá:
—Entiende hija, tu padre no volverá—
Bety madre de Lluvia pasó saliva y ésta podía percibirse a través de la
garganta, como si un nudo obstruyera su paso, su cuerpo estaba rígido y los
puños de sus manos estaban tan cerrados que parecían dos piedras pegadas a cada
uno de sus brazos.
—Mami ¿Por qué no volveré a ver a
papá? ¿A dónde fue? ¿Qué te dijo? Él prometió darme un libro mágico para mi
cumpleaños, dime que va a volver— se limpió una y otra vez las mejillas como si
fuera un limpiaparabrisas, dejando un rastro de tierra y de colores azul y rosa
en su carita debido a que había estado
jugando y pintando toda la tarde.
—Lluvia por favor, mamá no se siente
bien, te pido que vayas a tu cuarto y ordenes tus cosas en la maleta, te irás
unos días a casa de los abuelos, no quiero hablar más del tema hija, estoy
agotada te prometo que hablaremos después— Bety al fin soltó los puños que
parecían piedras, dio un respiro profundo y azotando la puerta de su cuarto se
encerró en él.
Lluvia continuó llorando toda la
tarde mientras doblaba su ropa talla 10 y la metía en la maleta, metió su par
de zapatos de colores esos que su padre le había regalado el día del niño
asegurando que con ellos podía llegar a donde quisiera, hasta la luna de ser
posible.
—Me los llevaré y en cuanto los abuelos se descuiden me iré a buscar a
papá, estoy segura que él no romperá su promesa de celebrar conmigo mi
cumpleaños y de darme mi libro mágico, él nunca rompe sus promesas— frunció el
ceño y con brusquedad empezó a aventar a la maleta sus demás objetos
personales.
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Por la ventana veía jugar a sus
vecinos, reían como nunca a carcajadas, Lluvia lamentaba tanto no salir a
jugar, ella quería ser uno más de ellos, todas las tardes había sido muy feliz no
entendía porque justo ahora que su cumpleaños se acercaba no podía reír como
los demás niños; atardecía afuera mientras contemplaba como el cielo se pintaba
de color morado y azul, de repente algo golpeteó su ventana — Tac, tac, tac — ¡Huuuuy pero
que cosa es eso! dando un salto hacia atrás Lluvia exclamó sorprendida:
—Es papá y trae el panal con miel que
me prometió, ahora si seré una verdadera abeja — sus compañeras Lola y Anna la
observaron torciendo un poco la boca deseando muy en el fondo de su corazón que
el padre de Lluvia se tropezara con todo y su dichoso panal.
El Colibrí seguía golpeando la
ventana de Lluvia así que decidió abrirla para que la pequeña ave entrara, ésta
dio tres vueltas por su recamara y se quedó posada sobre su perchero encima de
su sombrero de paja que llevaba siempre a la playa —que bonito que decidas
hacerme compañía, hoy mi día es muy triste, mamá dice que papá no volverá.
Los abuelos de Lluvia llegaron por
ella, nadie dijo nada, solo hubo intercambio de miradas entre los abuelos y su
madre, Lluvia evitó hacer preguntas por temor a romper el aire que incluso
podía escucharse entre tanto silencio, apretó bien sus coletas, abrochó su
suéter y subió al Volkswagen del abuelo;
los abuelos en el trayecto a su hogar preguntaron a Lluvia si quería cenar
sabían muy bien que los tacos la hacían feliz, pero esa noche Lluvia no tenía
hambre, no quería saber nada de tacos, ni de pizza, ni de papitas fritas, solo
quería saber dónde estaba su padre.
—Vamos mi niña tienes que comer algo,
no puedes pasar la noche con el estómago vacío o enfermarás, pronto será tu
cumpleaños y tienes que estar muy sana.
El abuelo sonreía pero su mirada no
mentía, tras esas pupilas verdes se veía claramente un río de lágrimas a punto
de desbordarse. Lluvia se tiró en el asiento trasero —Gracias abuelo, pero solo
quiero saber qué pasó con papá, no tengo hambre, prefiero dormir— dijo Lluvia
muy agotada.
Al llegar a casa de los abuelos Lluvia
se encerró en una habitación de la planta alta de la casa, lloró largo rato
sobre la cama y se dispuso a observar las estrellas a través de la ventana—
Tac, tac, tac — golpearon el vidrio, se levantó asustada porque en un segundo
piso jamás te tocan la ventana, abrió la ventana presurosa, asomándose y rascándose
la cabeza muy extrañada.
— ¡Pero
eres tú pequeño colibrí! ¿Un ave en la noche? ¿Cómo llegaste hasta aquí?
Insisto eres mi ave de buena suerte, te llamaré: “corazón”.
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Después de veinticuatro horas
angustiada, triste y desconsolada al menos aparecía algo que le animaba el alma.
Dejó pasar al colibrí y éste se posó en
el marco de la ventana, movía su cabeza de un lado a otro como si quisiera
contarle algo.
Habían transcurrido 5 días en casa de
los abuelos, hubo días en que había un silencio terrible, Lluvia suponía que ni
en el ártico podía sentirse silencio más cruel, hubo otros días donde los
abuelos hicieron lo posible por hacerla sonreír, el abuelo tocó con su guitarra
en las noches canciones para niñas bonitas, la abuela se esmeró y todos esos
días hizo los platillos y postres favoritos de Lluvia… pero ni con todo lo
anterior Lluvia lograba sentir felicidad, cuando preguntaba por su padre la
respuesta era la misma: “En su momento tu madre te hablará de él”.
—¡Jum! Pues no veo que llegue ese
momento — dijo Lluvia molesta y cruzó los brazos en señal de desaprobación.
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Una mañana los abuelos tocaron la
puerta del cuarto de Lluvia al grito de: “FELIZ CUMPLEAÑOS” mientras aventaban
serpentinas y confeti por la habitación el abuelo se ocupó de cantar las
mañanitas al más puro estilo de don Pedro Infante, la abuela llevaba en la mano
un pequeño pastel con una vela encendida —Vamos Lluvia pide tu deseo hija y que
la vida te lo haga realidad— Lluvia sopló fuerte la vela con la imagen de su
padre en la mente.
—Dios, que vuelva pronto por favor,
que mi padre regrese a darme mi abrazo de todas las noches y me dé mi libro
mágico como lo prometió ¡fuuuuuuu! — Sopló fuerte.
Esa tarde Lluvia comió con los
abuelos en su sitio preferido “Pizza Bee” en ese lugar toda la decoración
tenía que ver con abejas, las meseras estaban disfrazadas de abejas, el sitio
era un inmenso panal, comían sobre enormes tarros de miel, todo estaba lleno de
flores, ese sitio siempre hacía sentir feliz a Lluvia porque papá la llevaba
ahí en todos sus cumpleaños, era tratada
como la abeja reina del sitio, le ponían una capa y una corona y Lluvia era la
abeja más feliz del lugar, pero esa tarde papá no estaba y su mamá llegó muy
tarde al festejo con los ojos rojos e hinchados.
—Disculpa la tardanza hija, estuve haciendo un
par de cosas, pero siempre que sea posible estaré aquí para ti— prosiguió Bety
— sé que no es el lugar adecuado para hablar pero para mí sí lo es, debo hablar
contigo en un sitio donde te sientas en paz, en un sitio donde te ocurran los
mejores recuerdos y ese sitio es este lugar, tengo que decirte que papá no
volverá, hace unos días se puso muy mal en su trabajo, su corazón fatigado dejó
de latir así, de la nada, aunque ahora sé que él siempre supo que estaba
enfermo y que sabía que el disgusto o susto menos esperado podría quitarle la vida
y así fue… se marchó, nos dejó… aunque sé que él no hubiera querido hacerlo
nunca, pensé que sería mejor que no acudieras a la funeraria, lo incineraron
tan rápido, todo sucedió de un modo tan fugaz que aún no puedo creer que ya no
está entre nosotros, las cenizas de tu padre están en la casa, ahora que vuelvas
podrás estar cerca de él si así lo deseas.
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Lluvia abrió sus ojos como si fueran
unas enormes tazas de café, sus ojos empezaron a desbordar lágrimas, al fin
entendía todo, la ausencia de papá, nunca más volverían a jugar “adivina quién
soy”, tampoco le volvería a leer un cuento imaginado por él durante las noches,
no comerían galletas con leche en las madrugadas de insomnio, no le volvería a
decir un te quiero, tampoco llegaría corriendo a sus festivales, no la vería
salir con su primer novio y no la acompañaría en su boda, nunca más… nunca más…
siempre estaría en desventaja frente al amor y presencia de los padres de sus
amigas, así de pequeña se sentía, no era Lluvia en ese momento sino una pequeña
gotera, así de breve e insignificante.
—Mi niña hermosa discúlpame por
haberte abandonado todos estos días, pero de verdad mamá necesitaba recuperar
sus fuerzas para volver a tomar tu mano y reiniciar nuestro camino juntas, como
un equipo, como compañeras, como cómplices, de ahora en adelante me encargaré
de que nuestros sueños se hagan realidad, feliz cumpleaños Lluvia, feliz vida
hija mía— Bety le dio un abrazo tan profundo y grande a su hija que por un
momento ambas parecieron fundirse en una sola persona.
Ya era noche cuando volvieron a casa
después del festejo, los abuelos descansaban en el sofá viendo su programa de
“Misterios sin resolver”, Bety entró a la habitación de Lluvia con pasos lentos.
—Lluvia, quiero entregarte el último
regalo del día, es el regalo que papá dejó para ti y es un libro, no es el
mejor día para decirte esto, pero sabes, siempre he creído que en nuestros
cumpleaños volvemos a nacer, como personas, como mejores seres humanos, nos
renovamos y decidimos nuevas metas, nuevos sueños, nuestro viejo “yo” muere con
la edad que culmina, sé que él prometió darte un libro mágico, la verdad es que
él escribió y mandó editar este libro con mucho amor para su amada hija, de
alguna u otra forma era como si siempre hubiera sabido que un día iba a
marcharse, toma su regalo hija como el regalo más valioso de tu vida.
Lluvia se
hizo bolita y se metió bajó su cobertor no quería ver a nadie y su madre lo
entendió, salió de su cuarto y dejó el libro mágico sobre la cama.
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Después de un largo rato llorando
Lluvia decidió salir de su escondite bajo el cobertor, tenía los ojos tan
hinchados que parecían un par de jitomates, tomó el paquete envuelto que su
madre dejó sobre la cama, lo abrió con mucho cuidado y sollozando leyó la
portada del libro: “El libro mágico de Lluvia, autor: Tu padre que siempre te amará y te
guiará, Carlos.” La portada del libro tenía unos diminutos dibujos de duendes,
hadas, abejas, flores y una puerta de madera enorme y en el centro con un curioso
colibrí pegado a ella.
—Es como “Corazón” mi amigo el
colibrí— pensó Lluvia, decidió iniciar la aventura con su libro mágico y lo
abrió.
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Capítulo 1 “Abriendo la puerta de mi nueva vida”
Así iniciaba el primer título del
libro, el colibrí aparecía nuevamente junto al título, Lluvia con la voz entrecortada
empezó a leer:
—Si decides leer este libro es porque
deseas ir en busca de ti misma, te has perdido un poco en los caminos de la
vida o quizá has perdido a alguien muy querido para ti, la gente pierde cosas
todos los días, objetos, personas e incluso tiempo, la gente siempre gusta de
perder horas valiosas sin saber que el tiempo es lo único que no podemos
comprar y lo único que no regresa jamás, quiero decirte que no has perdido
nada, observa bien a tu alrededor ¿Hay muchas personas verdad? Aférrate a las
que ames más, toma sus manos y haz un compromiso en voz muy bajita y promete
que nunca más te volverás a sentir sola porque los tienes a ellos, cuando
perdemos objetos es muy probable que éstos los puedas reemplazar por cosas
mejores, solo es cuestión de tiempo, si perdiste a alguien muy querido para ti
quiero decirte que eso no será reemplazable jamás pero a cambio debes saber que
la vida te proporcionará múltiples formas misteriosas para llegar hasta tu ser
querido que tanto amas, entonces finalmente después de todo comprobarás que no
lo has perdido del todo ¿Quieres probar? Cierra tus ojos, respira profundo,
ahora vas a imaginar aquél sitio donde fuiste tan feliz con tu ser querido, ese
lugar donde el amor y las risas los inundaron a ambos — Lluvia se acostó sobre
la cama, cerró los ojos y viajó con su mente hasta el mar, vislumbró la arena
dorada, la espuma que se formaba en la orilla como la crema batida de su
malteada, de repente ahí estaba él, parado, con su cabello empeñado en cubrirle
los ojos debido al fuerte oleaje, ahí estaba papá abriendo los brazos para
ella, Lluvia se echó a correr hacía él, le preguntó cómo estaba, si la extrañaba,
si la amaba, si de verdad ya no volvería.
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—No puedo volver de la forma como tu
esperas hija mía— dijo su padre— pero siempre que quieras me harás volver así,
cerrando tus ojos, trayéndome hasta ti en los recuerdos de nuestros mejores
momentos ¿Que si te extraño? Eres y serás siempre una extensión de mi alma, si
tengo mil vidas en las mil vidas te extrañaré, así de grande es mi amor por ti,
solo vine a despedirme, pero volveremos a vernos, solo ¡Haz magia!
Lluvia abrió los ojos, ya era de día
y su padre se había marchado, “corazón” su colibrí ahí estaba nuevamente en la
ventana pero esta vez voló hasta ella para posarse en su hombro, era como si le
dijera “tranquila estoy aquí”.
Lluvia siguió leyendo el capítulo 1, entre breves
fábulas de animalitos del bosque que hablaban acerca de la importancia de
apoyarnos con nuestros seres queridos que tenemos en vida hasta que concluyó el
capítulo.
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Capítulo 2 “Es momento de tomar tu espada”
— ¿Recuerdas ese cuento de Almendrita
la niña pequeñita que dormía en una cascara de almendra? ¿Recuerdas que veía el
mundo inmenso sobre ella? Bueno seguro estoy que habrá momentos de tu vida en
que te sentirás como Almendrita, con todo un mundo enorme sobre ti, pero debes
saber que incluso Almendrita siendo tan pequeñita siempre confió en sus
capacidades para ir y conquistar ese mundo gigante, en el camino de tu vida te
vas a topar con grandes sapos feos que intentarán obstruir tu camino, confía en
tu carisma a veces esos grandes sapos están más asustados de ti que tú de ellos,
emplea tu nobleza puede ser que más de un sapo termine siendo tu amigo y si no
es así no te detengas mucho tiempo lidiando con ellos, ya acordamos en el
capítulo anterior que el tiempo en la vida es valioso, entonces te sugiero que
busques lo más cercano a ti como fieles compañeros de lucha por la vida
¿recuerdas la golondrina que ayudaba a Almendrita? Busca tus golondrinas, observa
a tu alrededor, sé siempre muy humilde para aprender y encontrarás grandes
maestros, incluso en tus propios enemigos los encontrarás, aprende de las
personas a “ser y no ser como ellos” y empeñate en que te muestren cómo debes
volar, nunca te detengas, no boicotees tu viaje, siempre hay una y mil maneras
de hacer las cosas, observa tus dones, las cosas buenas que hay en ti, haz una
lista y cree en ello y entonces ve y cómete la vida, deja que los que están
arriba decidan bajar a tu mundo y de ser posible déjalos maravillados ¡Haz
magia!…
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Así continuó la pequeña Lluvia
durante varios días, capítulo tras capítulo bebiéndose las lecturas a grandes
sorbos, había partes del libro que la hicieron reír mucho, había fábulas de
animalitos, hadas y duendes muy parecidas a las anécdotas que había vivido con
su padre, había otras tantas muy tristes, era como si en ellas su padre hubiera
plasmado su despedida, en cada parte del libro había muchos tesoros sabios
escondidos, era como un mapa de la vida, aunque había cosas que por su edad le
costaba un poco entenderlas pero ella estaba segura que por alguna razón papá
las había escrito para ella, con el libro su padre se aseguró de estar a su
lado en cada parte de la vida de Lluvia, en sus horas felices, en sus momentos
tristes y en las situaciones difíciles… y Lluvia cada vez que podía ¡hacía
magia! Cerraba los ojos y buscaba un sitio donde reencontrarse con su padre
para hablar con él… y su padre siempre estaba sonriente esperándola con los
brazos abiertos.
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Lluvia volvió a casa con su madre,
sobra decir que “corazón” el colibrí también se marchó con ella y se instaló
nuevamente en la ventana de su habitación, Lluvia a menudo dejaba un poco de
miel con agua en un comedero para aves para su pequeño amigo, cuando ella se
sentía triste porque así son las cosas frente a las pérdidas de un ser querido
(hay días buenos, malos y los hay peores donde la nostalgia y la ausencia te
desarman) entonces el colibrí volaba sobre ella haciendo curiosas figuras en el
aire, era como si bailara para ella, como si pudiera decirle: “levántate y
sigue danzando para la vida”.
Capítulo final “El poder de la magia
interior”
—Hemos llegado al final del libro,
espero te haya encantado porque fue hecho para ti con todo mi corazón, como
padres a veces creemos que estaremos presentes en toda la vida de nuestros hijos,
es que a veces duele pensar en qué pasaría si no estuviéramos ahí para ustedes,
notarás que hay padres que por circunstancias y problemas familiares deciden
alejarse de sus hijos por voluntad propia, jamás entenderán el vacío enorme que
les dejan y los resentimientos que puede acumular un hijo frente a un padre que
decidió vivir su vida muy independiente a la suya, jamás entenderán padres e
hijos cuántos momentos se perdieron y quedaron en el aire, pero estoy seguro
que todos esos hijos que por circunstancias ajenas a ellos no han podido
convivir con sus padres, a ellos la vida con su sabiduría infinita les
proporciona un ángel guardián terrenal que los cuida y protege, puede ser un
abuelo, un tío, un padrino o una nueva pareja de sus madres pero siempre habrá
alguien y si no ocurre cualquiera de las opciones anteriores ¡Ah! Entonces
ocurre que muchas madres se transforman en la posibilidad de ser papá y mamá a
la vez, siempre he dicho que las mujeres ¡Tienen súper poderes! Lo sé porque yo
tuve una madre que le tocó ser ambas cosas para mí.
Lamentaré mucho si un día no te veo
crecer y me tengo que marchar de tu vida pequeña Lluvia, si eso llegara a
ocurrir y me tengo que ir de tu lado antes de lo esperado te puedo asegurar que
eso solo ocurrirá si Dios decide que debo continuar mi camino en otra parte del
universo, porque nadie muere del todo mi querida hija, somos solo energía que
se transforma, si llego a marcharme debes saber que siempre que pueda estaré
ahí para ti, no lamentes que no puedo recogerte en el colegio, tampoco que no
puedo estar en tus festivales, porque no me podrás ver pero me podrás sentir y
estaré ahí sobre una nube, seré la hoja del árbol que caerá sobre tu cabeza,
quizá decida ser un rayo de sol que tocará tu cara mientras bailas, quizá
decida convertirme en un aire frío que rodeará tu cuerpo, ese seré yo y te
estaré dando un abrazo para decirte: “Bien hecho pequeña, te amo”.
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Querida Lluvia las cosas no siempre
ocurren como las deseamos y sin embargo tenemos que aceptarlas, debes tener la
suficiente independencia e iniciativa todos los días de tu vida para hacer
mejores cosas por ti y para ti, procura transformarte en una mejor persona, el
mundo está cansado de gente mala entonces ocúpate en ser uno de los buenos que por
cierto cada que vez quedan menos, sé leal a tus palabras, a tus convicciones y a
las personas, si algo no te gusta di: “No gracias” y si algo te fascina no lo
dejes ir sin que antes te quedes con lo mejor de “eso” y que “eso” se lleve lo
mejor de ti, no permitas que nadie te rompa el corazón (si me voy de este mundo
ya será suficiente con que tu padre te lo haya dejado en pedazos) pero si
alguien te lo rompe siempre ten presente que te has ocupado en armarlo y
desarmarlo las veces necesarias y una vez más no hará la diferencia, no le des
el derecho a nadie para hacerte sentir inferior porque tus padres siempre te
hemos dado tu justo lugar, pero tampoco te sientas mejor que nadie, pisa fuerte
sobre la tierra y procura tener tus sueños en el cielo, allá muy cerca de Dios.
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Finalmente acepta un día mi partida mi
querida niña, “dejar ir” es una de las cosas más dolorosas de la vida pero
también es todo un arte que te hará más ligero el viaje por el mundo, suelta
para volver a recibir… en resumen esto es la magia de la vida y siempre que
puedas: “HAZ MAGIA”.
Lluvia cerró el libro, se dirigió al
patio de su casa, anochecía y justo iniciaba el “chipi, chipi” de la lluvia,
abrió los brazos, levantó su cara al cielo dispuesta a hacer magia, a sentir la
presencia de su padre en todo su ser.
—Adiós papá, buen viaje a las
estrellas— Y entonces las dos “Lluvias” se hicieron una misma… “Hicieron
magia”.
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©Eneida Rubí Echeverría Ayala.
"Esta obra pertenece a su titular Eneida Rubí Echeverría Ayala, cualquier forma de producción, distribución, comunicación pública o transformación de la misma, sólo podrá ser realizada con la autorización de su autor".