lunes, 22 de octubre de 2012


Hola Blogueros, siguiendo  la dinámica de la semana les dejo la siguiente historia envíada por Laura Martínez Escobar de la hermosa ciudad platera de Taxco:

EL PLATERO MALIGNO DE TAXCO.

Eran los tiempos en que se iniciaba el descubrimiento de la plata, dice la gente que incluso se encontraba a "flor de tierra", así fué como un día llegó al pueblo un extraño personaje la gente vió llegar un extraño hombre de gran altura, una cicatriz le atravesaba el rostro y tenía las ropas desgarradas, cayó de cara frente a ellos, alargó el brazo y con los labios secos pidió ayuda a los habitantes del pueblo que lo observaban, los habitantes corrieron a ayudarlo a brindarle alimentos y agua,  lo que nadie sabia hasta ese momento es que dicho hombre había muerto en un derrumbe cayéndole una pesada viga que le marcó el rostro y escombros.
Fotografía: Pilar Mota

El hombre en cuestión de sus ropas sacó un pergamino con inscripciones en latín, extraños dibujos indescifrables, el hombre empezó a explicar que busbaca quien lo ayudara a descubrir vetas de plata, todos le ofrecieron su ayuda, recorrió con la mirada a quienes le observaban encontrando entre ellos a un antigüo seminarista a quien le pidió que le ayudara a descifrar los textos de los pergaminos, el seminarista asombrado por lo que leía le dijo que tenían que sacrificar a un minero en las entrañas de la tierra y quien leyera esos pergaminos sería poseedor de los secretos de la inmortalidad de la minería.
Hubo quien ofreció al seminarista su apoyo para comprar minas y explotarlas como se indicaba en los pergaminos, lo que nadie supo es que lo que realmente decían esos pergaminos, hacían invocaciones al “Señor de las Profundidades” que era el que habitaba en el fondo de la tierra. El seminarista cauteloso, nunca revelo los secretos y en la soledad de la noche, vistió ropas diferentes a las suyas salió y fue en busca del “Señor de las Profundidades”, lo encontró en la boca de una mina recién descubierta, le dijo con voz pausada, esta mina mañana se derrumba, tu no vengas, tus compañeros morirán en el derrumbe, y así nos quedaremos con todo, tu y yo únicos dueños. Jamás reveles el contenido de los textos, a nadie. Regreso en la oscuridad de la noche, silencioso se acostó y al día siguiente fingió una enfermedad y fuertes dolores, que no podía asistir a trabajar, se despidieron del seminarista y le suplicaron que tradujera los textos, que todos querían participar de eses venturas, el Seminarista solo bajo la mirada y no respondió nada.

Fotografía: Pilar Mota

A las pocas horas la agitación de la gente lo despertó gritaban pidiendo ayuda, hubo un derrumbe, solicitamos ayuda. El seminarista sintió un escalofrió que recorrió todo su cuerpo, se incorporó a los voluntarios para el rescate. Ninguno tenía rostro, quiénes son ustedes preguntaban, un silencio invadía el ambiente, corrió y vio a sus amigos en un desfile salir de las entrañas de la tierra, preguntaba el seminarista ¿Qué es lo que pasó?, la respuesta era general: Un derrumbe. Un extraño sonido del fondo de la tierra sacudió las paredes, se escucharon voces, como de un coro, lo que cantaban nadie lo entendía, se vio al fondo una mano que se estiraba brindando ayuda, casi al llegar, la mano desaparecía, el polvo marcaba una silueta de un hombre de gran estatura, gritaba jubiloso: Todos son mis vasallos, cayeron con el Señor de las Profundidades. Después de esto se celebraron misas y cuando el seminarista iba a entrar, un fuerte viento lo detenía.
Los pergaminos ya le quemaban las manos cuando trataba de leerlos, cada vez que trataba de descifrar el contenido, sentía un fuerte escalofrió, y el calor hacía que dejara por la paz los pergaminos. En medio de su desesperación salió en busca del Señor de las Profundidades al que nunca encontraba, solo le salió al paso en una ocasión un hombre alto, con una frazada que le cubría parte del rostro, con voz cavernosa lo conmino a que se detuviera, le solicito ver los pergaminos, el seminarista temeroso  lo llevó hasta su casa, y de un pesado baúl sacó los pergaminos, a la luz de una vela empezaron a verlos uno a uno, con el dedo indicaba el hombre lo que quería saber, pedía que se lo tradujera.  De repente sacó una filosa daga y le dijo: “Estos pergaminos son míos” el seminarista los oculto entre sus ropas, y en unos cuantos segundos sus ropas se incendiaron, el hombre sacó los pergaminos de entre las ropas, del seminarista las apagó, se descubrió el rostro y la cicatriz apareció ante los ojos atónitos del seminarista que se consumía en las llamas...
Se cuenta que en ese seminario se ve durante la noche vagar por los jardines a un hombre envuelto en llamas, que con lastimeros lamentos se elevan al infinito. En algunas ocasiones se le ha visto vagar por las solitarias y oscuras calles de Taxco, arrastrando penosamente los pies, cantando alabanzas con unos pergaminos bajo el brazo. Su alma en pena sigue a través de los siglos vagando por Taxco.
La anterior leyenda nos muestra las consecuencias de la "ambición"... que miedooo... Bonita semana a todos... y agradezco las hermosas fotografías proporcionadas por mi estimada amiga Pilar Mota Meza oriunda de la ciudad de Taxco.
Los quiere Rubí.

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